News | Live Stream | Video Library
Contact Us | Employment | Donate
Return to latest story | Return to Associates page
By Prospective Associate Melinda Mullin Adrian Dominican Associate Cindy Lentine is a retired state employee living in Anchorage, Alaska, but with family roots in Minnesota. She works for Catholic Social Services, where she assists with seven programs, including Refugee Assistance and Immigration Services (RAIS), a food bank, a co-ed homeless shelter, and a shelter for mothers and their children. She is active in various groups through her church, practices tai chi and Pilates, and has been taking online cooking classes.
The path to Associate Life for Cindy and several others in the Anchorage area began with the arrival of four Adrian Dominican Sisters: Sisters Ann Romayne Fallon, OP, Lorraine Réaume, OP, Jacqueline Stoll, OP, and Josephine Gaugier, OP. Their ministry in Anchorage was to open a diocesan office to support the local Catholic schools, start a Hispanic Ministry, work with the homeless, and teach lay leaders. Cindy participated in Scripture and Leadership Training (SALT), a three-year program offered through Seattle University, which was coordinated and taught by Sister Josephine. In 2015, Cindy became an Adrian Dominican Associate.
Cindy found her charism after she experienced a serious health condition in 2003 and felt called to explore ways to regain and sustain her health. An introduction to various dietary regimens ultimately led Cindy to switch to a plant-based diet and her belief that “food is medicine.” As she learned more about food and its production, she became increasingly aware of its impact on our planet. Most importantly, how did this necessary aspect of human life correlate with her religious faith and her spiritual life? She was pleased that Pope Francis’s 2015 encyclical, Laudato Si’, made it clear that it is God’s will and our duty to do what we can to heal and maintain a healthy planet. Cindy is encouraged by the Adrian Dominican Sisters’ decision in 2016 to adopt meatless Mondays, along with other sustainability practices.
Another aspect of Cindy’s charism is promoting community-building and she says that “peace starts on your plate.” For 10 years prior to the COVID-19 pandemic she hosted a monthly potluck, attended by 50-100 people. Attendees were from many faith traditions, and all brought vegan food to share. Each potluck began with an interfaith prayer, and the program could include tai chi demonstrations or a speaker (e.g., a cardiologist who studies the positive effects of vegan diets on heart health). At Christmastime they celebrated with Christmas songs, bingo, and prizes. This was truly a labor of love and dedication for Cindy. She not only found locations to host the meals, but recruited speakers, created flyers, and mailed and distributed information about each upcoming potluck. Her dream, she says laughingly, is to hold a vegan potluck at the Vatican.
Although she is an enthusiastic vegan, Cindy is quick to assert that veganism may not be for everyone, but she believes that more conscious eating would be universally beneficial. That means learning where our food comes from, how it is produced, and, in general, recognizing how simple decisions about food, which all of us make every day, can affect our health and the health of our planet. Cindy loves to eat and has found vegan food to be quite tasty. A few of her favorite recipes are Minnesota Chili, Creamy Tuscan White Bean Soup with Kale, and Tofu TexMex.
While Cindy misses the community the potlucks brought into her life, as long as people are still suffering around the world from COVID-19, she is refraining from hosting the potlucks. Please pray in solidarity for everyone around the world who is still suffering from this pandemic.
Una entrevista con la Asociada Cindy Lentine por Melinda Mullin
Adrian Dominican Associate, Cindy Lentine, es una empleada estatal jubilada que vive en Anchorage, Alaska, pero con raíces familiares en Minnesota. Actualmente trabaja para los Servicios Sociales Católicos, donde ayuda con siete programas diferentes, incluyendo los Servicios de Inmigración y Asistencia para Refugiados (RAIS), un banco de alimentos, un refugio mixto para personas sin hogar y un refugio para madres e hijos. Participa activamente en varios grupos a través de su iglesia, practica tai-chi y pilates, y ha estado tomando clases de cocina en línea.
El camino hacia la vida de Asociada, para Cindy y varios otros en el área de Anchorage, comenzó con la llegada de cuatro hermanas dominicas Adrian: la hermana Ann Romayne-Fallon, OP; La hermana Lorraine Reaume, OP; La hermana Jaqueline Stoll, OP; y la hermana Josephine Grugier, OP– que vino a Anchorage para abrir una oficina diocesana para apoyar a las escuelas católicas locales, iniciar el ministerio hispano, trabajar con las personas sin hogar y enseñar a los líderes laicos. Cindy participó en Entrenamiento de Liderazgo y Escritura (SALT), un programa de 3 años ofrecido por la Universidad de Seattle que fue coordinado y enseñado por la Hermana Josephine. En 2015, Cindy se convirtió en Asociada Dominicana de Adrian.
Cindy encontró su carisma después de experimentar una condición de salud grave en 2003 y se sintió llamada a explorar formas de recuperar y mantener su salud. Una introducción a varios regímenes dietéticos finalmente llevó a Cindy a cambiar a una dieta basada en plantas y su creencia de que “la comida es medicina”. A medida que aprendió más sobre los alimentos y su producción, se hizo cada vez más consciente de su impacto en nuestro planeta. Más importante aún, ¿cómo se correlacionó este aspecto necesario de la vida humana con su fe religiosa y su vida espiritual? Le complació que la encíclica del Papa Francisco de 2015, Laudato Si‘, dejara en claro que es la voluntad de Dios y nuestro deber hacer lo que podamos para sanar y mantener un planeta saludable. Cindy se siente alentada por la decisión de las hermanas Adrian de adoptar los lunes sin carne en 2016, junto con otros proyectos de sostenibilidad.
Otro aspecto del carisma de Cindy es promover la construcción de la comunidad y ella dice que “la paz comienza en tu plato”. Durante 10 años antes de la pandemia de COVID-19, organizó una comida compartida mensual, a la que asistieron entre 50 y 100 personas. Los asistentes eran de muchas tradiciones religiosas diferentes y todos trajeron comida vegana para compartir. Cada comida compartida comenzó con una oración interreligiosa y el programa podría incluir demostraciones de tai chi o un orador (por ejemplo, un cardiólogo que estudia los efectos positivos de las dietas veganas en la salud del corazón). En la época navideña celebraron con premios y bingo de canciones navideñas. Este fue verdaderamente un trabajo de amor y dedicación para Cindy. No solo encontró lugares para organizar las comidas, sino que reclutó oradores, creó folletos y envió por correo y distribuyó información sobre cada comida que se acercaba. Su sueño, dice riendo, es tener una comida vegana en el Vaticano.
Aunque es una vegana entusiasta, Cindy se apresura a afirmar que el veganismo puede no ser para todos, pero cree que una alimentación más consciente sería universalmente beneficiosa. Eso significa aprender de dónde provienen nuestros alimentos, cómo se producen y, en general, reconocer cómo las decisiones simples sobre los alimentos, que todos tomamos todos los días, pueden afectar nuestra salud y la salud de nuestro planeta. A Cindy le encanta comer y ha descubierto que la comida vegana es bastante sabrosa. Algunas de sus recetas favoritas son Minnesota Chili, Sopa cremosa de frijoles blancos toscanos con col rizada y Tofu TexMex.
Si bien Cindy extraña a la comunidad que las comidas compartidas trajeron a su vida, mientras la gente todavía esté sufriendo en todo el mundo por el COVID-19, se abstiene de organizar las comidas compartidas. Por favor, ore, en solidaridad, por todos en el mundo que todavía sufren esta pandemia.