A PROPOSITO DE UN ANGEL QUE BENDIJO CON SU PRESENCIA LA REPUBLICA DOMINICANA DURANTE 89 ANOS

Mercedes Luisa Campos nació en la novia del Atlántico el 24 de febrero de 1935 y desde muy temprano sus inquietudes libertarias la condujeron a apoyar los movimientos estudiantiles que en la Universidad de Santo Domingo se organizaban durante la agonía del régimen trujillista. Se recibió como Doctora en Derecho y decidió consagrar su vida al servicio de Cristo dentro de la Orden Predicadora de las Hermanas Dominicas de Adrian, Michigan, Estados Unidos.

La conocí como Sister Lolin a finales de los años 60 en San Juan de la Maguana, yo preadolescente y ella cubierta con su habito blanco y negro, que solo dejaba ver su carita mestiza, sus ojos color café tan expresivos, siempre protegidos por lentes circulares de marco delgado, su sincera sonrisa y un hablar quedo pero firme. conoció a los 8 niños Valenzuela Sosa en la Escuela Parroquial y se entero rápidamente de que eran huérfanos de padre, a cargo de una joven y hermosa mujer que servía ocasionalmente como profesora substituta cuando faltaba algún profesor. Desde ese momento se constituyó en el más sólido apoyo espiritual y logístico de esa familia, integrándose a ella como una hija más hasta el final de sus días.

De esa interacción surgieron becas en el Colegio De La Salle para tres de nosotros, y el apoyo de la Directora del Colegio Santo Domingo Sister Teresa Aurelia Mella con empleos en la administración del Colegio y becas para miembros de nuestra familia. El sustento económico de los hijos de Doña Consuelo, la viuda de Don Vetilio Valenzuela, estaba asegurado en su traslado a la capital en 1970.

Esa fue la misión de la Hermana Luisa Campos a todo lo largo y ancho de nuestro país, hasta su último suspiro impactando a miles de dominicanos en situación vulnerable: solidarizarse con los más necesitados y entregar su vida por la mejoría de la vida de los olvidados, haciendo realidad la “Opción por los Pobres” predicada por la Iglesia Católica desde el inicio de los años 70. Me dio el privilegio de llamarme su hijo y acompañé su salud hasta el último momento como su médico de cabecera. Ese dínamo humano entrego todas sus energías y capacidades entre el suroeste del país, la frontera y los barrios empobrecidos del gran Santo Domingo. Muchos la acompañaron los fines de semana a sitios tan inhóspitos como “Vengan a Ver “en Duvergé, donde su mano amiga se dejo sentir intensamente.

Sufría inmensamente el problema de los otros y eso repercutía objetivamente en su salud, produciéndole dolores en su delgada anatomía que necesitaban manejo medicamentoso casi permanente. La última prueba de su entrega sin límites nos la dio con la hemorragia digestiva masiva que sufrió hace unos meses por la angustia que le producía el no poder viajar para socorrer a un familiar muy cercano con problemas de envergadura en el extranjero.

Su vida ejemplar dedicada al amor al prójimo en su expresión más concreta fue, es y será una fuente de inspiración para todos los que tuvimos el privilegio de conocerla, tratarla y acompañarla. Su memoria imborrable será un bálsamo que nos acompañará en cada recodo del camino y mas allá.

Dr. Santiago Valenzuela Sosa, en representación de la Familia Valenzuela Sosa
Santo Domingo, República Dominicana
10 de diciembre de 2024